06 julio 2014

Y seremos gigantes: la historia

“¡Gracias, muchachos! ¡Qué hermoso esto! ¡Qué cosa más hermosa! ¡Todo… todo… todo esto es una belleza! ¡Costa Rica linda! ¡Costa Rica amada! ¡Costa Rica, te amo cada vez más!” 

El año pasado, cuando Costa Rica vislumbraba la clasificación al Mundial 2014 en Brasil, prometí públicamente componer una tema en honor a la selección costarricense de fútbol si concretaba su pase al torneo más grande de fútbol internacional — aunque no hubiera un público que necesariamente me sacara en cara si no cumplía con tal promesa. Si bien Costa Rica ha participado en Copas Mundiales anteriormente, algo presagiaba que la presencia de nuestro país no sería como las veces anteriores. A pesar de que actualmente no resido en Costa Rica, llegaban los efectos atenuados de una propaganda que apelaba a nuestra historia futbolística, a los hitos de antaño, cuando en 1990 Costa Rica inauguraba su participación en las copas mundiales. El 20 de junio de ese mismo año, Costa Rica derrota a Suecia 2 a 1, y se consagra en el diminuto panteón de logros nacionales. A partir de ese momento la nostalgia tomó su lugar y nunca se apartó. Con cada Mundial los fantasmas de Italia 90 aparecían para recordar un hito irrepetible. En aquel entonces, la Sele demostró una gallardía antes desconocida en nuestro país, y llegó a alturas que auguraban un futuro venturoso dentro del fútbol internacional. Lamentablemente, los intentos de alcanzar nuevamente esas cumbres terminaron en fracaso. En el 2014, el fantasma de Italia 90 sacudió su presencia ominosa y se tornó en espectro de esperanza. Durante los meses previos al Mundial, el ambiente empezó a permearse de hálitos de un orgullo excepcional. La Orquesta Sinfónica Nacional de Costa Rica preparó un tema épico anunciando las lides futbolísticas; el documental Italia 90 se estrenó a unas semanas, volviendo a destacar la hueste de aquella campaña en tierras extranjeras. En medio del aspaviento mundialista, edité este trabajo con cierta vacilación. A pesar de la buena voluntad del pueblo costarricense, dudé que nuestro país lograra algo digno de recordar. Me alegra saber que me equivoqué.

Cuando empecé a idear la canción para Costa Rica, sabía que incorporaría una porción de la narración radial realizada por Mario McGregor y Javier Rojas para aquel partido de Costa Rica contra Suecia. Era una narración cándida y conmovedora, henchida de un nacionalismo inusitado. Quería apelar a esa nostalgia necia, con el fin de desenmascarar su discurso nacionalista infértil y baladí. Originalmente, el tema llevaría por título Cuando fuimos gigantes, ya que esta sería una declaración final — léase sentencia — de que Costa Rica seguiría a la sombra de su pasado. Sin embargo, el optimismo era inescapable: la esperanza estaba ahí. Mi esposa expresó que era un título cínico y pesimista. Ella tenía razón. Dentro del frenesí de los sueños, cabía la posibilidad de que Costa Rica triunfará sobre la adversidad: la de ser un país pequeño, centroamericano, desconocido y menospreciado. Pensar que nuestro país se volviera en potencia: un contrincante, y no en un mero paraje turístico con su “Pura vida” y temple pacifista. De ahí, el título cambió a Y seremos gigantes. Y así acaeció. Hoy el gigante que se erige tiene nombre y se llama Costa Rica. La historia ha consagrado a sus nuevos héroes: hombres que nos hicieron soñar, vivir en la fiebre de la victoria y llorar las lágrimas imposibles del gozo. A ellos les agradecemos por darnos fe, orgullo y valentía.

De igual manera, quisiera agradecer a varias personas por haber ayudado con la realización de esta canción. Primero, a mi esposa, por su optimismo y apoyo en la realización de este y todas las empresas de Umbra Sum. Segundo, a Radio Columbia y a Agnes Fajardo, en especial, por autorizarme el uso del audio de la narración del partido Costa Rica-Suecia. Por último, le debo un agradecimiento muy especial a Francisco Brenes y Gustavo Verduzco de Edición Limitada; Daniel Ortuño de Findependiente; y Alessandro Solís de La Nación por su apoyo al difundir la canción por sus respectivos medios de comunicación. También, gracias a cada persona que escuchó la canción y quienes la compartieron.

En fin, el sueño recién está comenzando…


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